sábado, 16 de junio de 2018

La tía Tula de Miguel de Unamuno

Hace tiempo que no me hacía un espacio para dedicarle a este blog y me parece que ya era tiempo de hacerlo porque es una de las cosas que más me gusta hacer: escribir sobre cosas que me han gustado (unas más que otras). Mi vida ha cambiado bastante en estos casi dos meses que me he alejado de las pistas, pero supongo que eso no es lo fundamental de este espacio digital, en todo caso, la gente que realmente importa está enterada.
En fin, volviendo a lo relevante de acá, uno de los libros que leí hace algún tiempo es precisamente La tía Tula de Miguel de Unamuno y aunque respeto de sobremanera a este escritor, especialmente por Abel Sánchez y la reconocidísima Niebla, debo decir que esta novela me decepcionó, no por el tratamiento del autor en su temática, sino que por el argumento en sí, porque confieso que odié a la tía Tula.
Definitivamente dentro de mis parámetros no está el de esta abnegación e incluso tozudez extrema a la que se autosometió Tula. Eso de negarse a la felicidad, prácticamente de puro gusto lo encontré ridículo. Si yo me encontrara en un caso parecido, jamás me negaría y menos tantas veces a la posibilidad de amar y ser amada, muy por el contrario, qué no habría hecho yo por reivindicarme frente al amor luego de la muerte de su hermana.
Porque convengamos que desde un primer minuto estuvieron enamorados de ella, pero fue la propia sociedad, la que le arrebataba sus amores, en pos del encanto físico de su hermana, del cual por supuesto nadie era culpable, aunque según yo, algo de culpa tuvieron esos hombres cobardes que no supieron valorar esa pureza de alma (casi excesiva) de Tula y privilegiaron los encantos mundanos de su hermano, cosa que fue recompensada con la muerte de la misma.
Pero cuando al fin comprendieron su grave error y quisieron enmendarlo, Tula, casi como en venganza por el desprecio, se negó a aprovechar estas oportunidades, sin importarle que la que más sufriría sería ella misma, siempre postergada, siempre ahí, siempre atenta a todas las necesidades de sus seres queridos, menos de la más humana, la del amor, eso de sentirse amado, de corazón, con arrepentimiento y dolor.
Eso.-